Por Majo Cornejo – EJE México

Siempre he pensado que tenemos una responsabilidad social como artistas. De compartir, de enseñar, de hacer reír, de hacer llorar, de hacer sentir, de hacer recordar… Eso fue lo que me pasó un domingo cualquiera hace 20 años estando en mi casa; era un domingo normal cuando comenzaron a llegar “mis tíos” para cocinar. Uno llegó con un bajo, otro traía unas congas, la guitarra de mi casa estaba lista y yo sólo observaba.

Tres, cuatro… Y la magia comenzó, lo que para ellos era disfrutar un domingo cualquiera para mi sería el comienzo de una historia: la historia de mi vida.

Crecí en una familia de músicos, mi mamá cantante, mi papá guitarrista y los domingos que no hacían comida en casa, iba a Bellas Artes a escuchar a mi tío tocar el violín en la Orquesta Sinfónica Nacional. Una de las cosas que más me inspira cuando canto, es el saber que hay niños en la audiencia.

Mi familia podía comprender el acto de inspirar a un niño, mi mamá y mis tíos fueron niños que crecieron yendo a la primaria y secundaria por las mañanas y a la Escuela Nacional de Música por las tardes. En las vacaciones incluso, hacían giras con las Orquestas Infantiles de Cámara, por todo México. Desde niños fueron educados para amar y para respetar la música.

En realidad, la introducción de la música a temprana edad es fundamental en diferentes aspectos tales como la seguridad.

Nunca he conocido a alguien más seguro que a un músico. La seguridad emocional y la confianza que nos da la música se ve reflejada en la comprensión y la capacidad para improvisar sobre la vida diaria. Al igual que la colaboración y el respeto hacia los demás.

Incluso la música nos enseña que no todo es un sonido o un movimiento, los silencios y las pausas también son parte de la música. También son parte de la vida.

Personalmente tengo que confesarles algo, desde pequeña fui diagnosticada con un problema de habla. ¿Cómo un problema de habla se lleva con una cantante? La respuesta y el tratamiento definitivamente fue la música.

También está comprobado que la  habilidad que adquiere un niño al comenzar a leer y escribir se ve altamente estimulada a través de la música. Un ejemplo serían las canciones infantiles, en las que las sílabas riman y se repiten constantemente, y sumando el acompañamiento de gestos que se hacen al cantar, un niño mejora indudablemente su forma de hablar y de entender el significado de cada palabra.

La música es y será atemporal, nunca será de una sola generación, es flexible al cambio y perceptiva ante cualquiera. La música y los que la hacemos estaremos para compartir, enseñar, hacer reír, hacer llorar, hacer sentir y hacer recordar. Y si eso deja en un adulto, ¿qué no dejará en un niño?